miércoles, 27 de junio de 2007

HERIDAS DEL ALMA

“hace poco nomás me obligaron a venir a esta ciudad que no sé cómo se llama, me arrastraron cuando mi abuelito no está queriendo, me obligaron”.

Así meditando, confundido entre la gente Roly caminaba sin rumbo, sin camino, sin destino con los ojos lleno de légrimas. Su tío le había echado de casa, increpándole que era más de tres meses y que su padre no enviaba ni un centavo y que debía ganarse la vida con el sudor de su frente. Ahora no sabía que hacer tenía el corazón extraviado en un mar de dolores.
Caía la tarde sobre la gran ciudad. Cruzaban por su mente el recuerdo doloroso que le tocó vivir los primeros años de su vida.

“No debiste morir mamita, no debiste…Ese día papá llegó borracho como siempre y te agarró a puñetazos y puntapiés sin compasión. Intenté defenderte.-No papito, no papito, no por favor-diciendo. -¡Cállate carajo! Y me dio un palazo en toda la cabeza. Caí violentamente gritando…¿lo recuerdas mamita? Y cuando volví en sí te encontré en el piso sin vida”

Roly lloraba, cada acontecimiento era como un cuchillo que le destrozaba el corazón. De pronto una voz le volvió a al realidad. Era Dayer, el amigo que conoció cuando llegó a al ciudad. -¿Por qué lloras?- le preguntó. Roly no respondió, no quería hablar. El recuerdo le torturaba el alma. –No llores- le animó mientras le alcanzaba su pañuelito con orillas de llorar. La noche del sufrimiento les cayó y se fueron a descansar en el suelo del dolor. –No llores- seguía consolándole. -Mañana comeremos algo-le decía. –Venderemos periódicos, es fácil, es fácil.
Hacía un frío intenso y el so9l pugnaba por romper con sus fuertes rayos la cortina celeste que invadía la ciudad. Ya en las calles se escuchaba -¡Correo1 ¡Correo! ¡Correooooo1 voz de alborada potente y radiante, primer rayo de sol desafiante frente al frío de la nostalgia y la cobardía. En el ómnibus: “Basta corazón no llores, tu vida no tiene remedio, tu vida no tiene perdón, corazón…” Así Roly y Dayer caminaban por las calles la mejor escuela de la vida, periódico en mano. Nacía entonces grandes esperanzas y desafíos en el corazón de los niños.
Roly abría los ojos en un mundo herido, mundo que le salía al encuentro con todo sus infiernos. En tan pocos meses se acostumbró a los látigos fuertes de la calle y no regresó donde su tío a pasar que un día le dijo que regresara, que hizo mal en echarlo, que estaba arrepentido, que lo sentía mucho, que la culpa era de su padre…en fin. Roly prefirió el frío, la nostalgia, las lágrimas y el hambre.

“Mamá muchos días han pasado no sé cuánto, desde que tío me echo de su casa; muchas cosas han cambiado. Estoy trabajando en la calle como otros niños desde el amanecer hasta muy tarde, es muy cansado pero alegre a ala vez. Todo los días no dejó de pensar en ti, eso le digo a Dayer, mi amigo. Él sufre mucho, dice que su madre murió cuando él nació. Su madrastra es muy mala, si no lleva dinero a casa le castiga con palo; por eso él prefiere quedarse en la calle. Es muy bueno. Siento que tú estás conmigo mamá, que sigues vivo, que estás cuidando mis pasos, velando mis sueños… Sabes mamá, estoy creciendo algún día volveré al pueblo y te juro que me vengaré”.


II
Los cohetes llenaron la noche con luces multicolores que se perdieron en el espacio, navidad había llegado. Roly y Dayer se quedaron toda la noche despiertos en la plaza principal esperando el nacimiento del niño Jesús y el niño nunca nació. Entonces lloraron fuerte de juguetes, más fuerte de pan, lloraron intensamente de frío, más intenso de abandono y soledad, lloraron hasta quedarse dormidos.
Al amanecer mucha gente se aglomeró en la plaza, Dayer el amigo de Roly manaba sangre por la boca y por la nariz; trataron de socorrerlo pero todo fue en vano. Roly lloró con frenesí, su alma pequeña se llenó de sensaciones indescriptibles de dolor. -No llores pipiolo- le dijo un anciano mientras le alcanzaba unos billetes. –Hoy es navidad, guarda lágrimas porque tendrás que llorar mucho en la vida.

“Chofercito carretero, llévame, llévame lejos, siento que me desespero…Mamá, Dayer mi amigo a muerto y con ello mi desafío de seguir viviendo en este mundo, el frío de la calle lo mató. Ayer su papá acarició mi cabeza, me dijo que él era el único culpable por haberle dejado abandonado, estaba borracho y lloraba…”.

Cuando en el atardecer se pasaaban algunas nubes, Roly regresó a la casa de su tío aplastado por la montaña de sus penas. –Que bien que hayas vuelto- le dijo su tío. –Te estaba esperando. Roly entró a su cuarto sin decir nada. Entre tantas cosas horribles y tristes pensó en los momentos alegres que vivió y los instantes ingratos trató de olvidarlo. No quería evocarlo, porque temía aumentar su dolor. Con toda sus fuerzas empezó a planificar su venganza, el odio que sentía hacia su padre iba aumentando cada vez nomás. En efecto eso era lo único grato que tenía en su vida. Luego se quedó dormido. Tarzán, su perro tan querido venía a su encuentro moviendo la cola, después le lamía la cara ensangrentada y sus manos adoloridas. Su abuelo con los ojos inundados de ausencia gritaba: ¡Rolyyyyy! ¡Rolyyyyyy! Mordiéndose los labios con fuerza. Roly se despertó en la madrugada desesperado y llorando. Tenía el corazón agonizante en la inmensidad de la nostalgia. Se sentía solo, más sólo que nunca y el silencio se tornó mas intensa que nunca.

“Voy a dejar esta ciudad con toda sus cicatrices, madre. Son las dos de la madrugada y siento frío. ¿Abuelo también debe sentirlo, no? Le he soñado caminando entre la nieve, llamándome. Trato de abrigarme con el poncho de vicuña que me compraste el año que más lloramos, el día que más heridas tenías. Madre abandono esta ciudad y siento que tú vienes conmigo. Me voy con el pecho ardiendo de rabia, te prometo que me vengaré”.

Cuando el viento de la madrugada soplaba unas sordas letanías Roly abandonó la ciudad definitivamente. Las horas negras y el frío hirieron en lo más profundo su ser. Las lágrimas de todo los días acometiéronle de un angustioso y doloroso frenesí. El recuerdo de los años le torturaron el alma. Salió con paso cansino sin decir nada a nadie.

“Madre acabo de llegar al pueblo añorado, pueblo donde sufrimos mucho. No sabes cómo me duele el corazón, ya no tengo fuerzas para nada. He visto a papá ciego y sordo apoyándose en un bastón. ¿Cómo matarlo? Si está muerto en vida, está destrozado completamente. De nada le valió su perra juventud. ¿Sabes mamá? Siento que él viene a mí entre la oscuridad con los ojos heridos, no sé si podré escucharlo. Hoy mismo me voy a la choza donde abuelito, seguro me estará esperando”.

Cuando Roly llegó a al querencia de su niñez el silencio y el viento abandonado se adhirieron a sus oídos. No encontró a nadie ¡Qué terrible soledad! Caminó con grandes dificultades como un sonámbulo entre las piedras caídas. Detrás de la lomada encontró una inscripción que decía: Aquí yacen los restos del que en vida fuera don Anselmo Rieran. -¡Nooooooo! ¡Nooooo! ¡Abueloooooo! –gritó con voz de agonía. Su corazón empezó a temnblar desesperadamente. Corrió como un loco por ewl campo con el cuerpo de puntas y nudos sobresalientes. Desde una inmensa piedra saltó a la alguna gritando: “mamá voy a tu encuentro, de abuelo también”.

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